martes, 19 de noviembre de 2013

Mi primera vez: con pañal en la calle

Tenía 18 años.  Había andado leyendo múltiples relatos y experiencias en las páginas web con contenido AB/DL, de aquellos que había osado salir a la calle con sus pañales.
Para mi edad me parecía muy arriesgado. Una chica de 18 años con anchas caderas y cintura estrecha levantaría sospechas si adicionaba a su silueta un abultado pañal desechable. De cualquier forma, cuando tienes 18 y tu cuerpo es de una mujer más madura, casi siempre los caballeros llevan su mirada a tu trasero. Viviendo en una tierra caliente, con hombres expertos en decir piropos “XXX” y mirones por naturaleza, era toda una audacia salir con un bultito en la retaguardia.
Así que lo pensé por varios días, hasta que un día mi nivel de travesura estaba en su mayor nivel. Tenía un paquete de pañales nuevo, probablemente de los primeros que compré en mi vida ABDL, eran blancos de cubierta de plástico de esos que al andar hacen un ruidito muy característico. Analicé la ropa: Primero una falda de jeans ajustada, la cual fue descartada porque era muy corta y temía mostrar más de lo debido.  Luego, un jeans ajustado que sentía me apretaba mucho en la entrepierna y me lastimaba al andar. Por último un probé con un pantalón de yoga. Si, de esos de tela delgada y elástica, con el cual me sentía muy cómoda al andar pues era como no llevar nada. Siendo negro, pensé que no levantaría sospecha.

Antes de salir de mi habitación me miré en el espejo para asegurarme de que todo estuviese bien, me coloqué un top ajustado azul cielo y salí con mi bolsa, dispuesta a ir a un Centro Comercial cercano de mi casa (a unos 2 km aproximadamente) para comprar unos CD’s en blanco que requería para una exposición de la universidad. Caminé lo más rápidamente por la calle de mi casa, hasta salir a la avenida donde me sentí más confiada ya que podría encontrarme con menos personas y mezclarme entre transeúntes.
Para acortar camino me fui por una vereda entre casas y condominios. Allí no pasaba mucha gente pues era una zona residencial de alto estatus social y como saben, los ricos entran y salen de sus casas en sus coches y no se dan cuenta de lo que sucede a su alrededor. Terminando la vereda saldría a otra avenida más transitada y ya luego a dos calles estaría el Centro Comercial. Justo cuando terminaba la vereda, en la esquina había unas personas en la entrada de un condominio lujoso hablando con alguien que estaba en su coche. Tendría que pasar en medio de ellos y sentí miedo. Apresuré el paso y pedí permiso con mi cara agachada y pasé lo más rápido posible entre ellos.
Justo cuando pasé sentí un murmullo y alguien que exclamó: ¡Mírala! De reojo pude ver que en el grupito de personas había dos chicos y uno le daba un codazo al otro para que me mirara. Sentí que me desmayaba de la vergüenza, sólo pude tocar mi espalda baja y sentí como el plástico de la cintura de mi pañal asomaba por encima del pantalón. Crucé la calle rápidamente y volví a mirar a los chicos y estaban alucinando con lo que habían visto. Seguían mirándome fijamente con la boca abierta y claramente leí en los labios la palabra “pañal” y algo así como preguntándose porque usaría uno una chica como yo.
Me acomodé rápidamente la cintura del pantalón guardando el pañal en él, sintiendo como sudaba mi espalda y apretaba cada vez más el paso. Por fin llegué al Centro Comercial, entré a la papelería tomé los  CD’s y corrí a pagar para irme. Doblé en la esquina y un semáforo detuvo mi acelerado paso. Allí analicé lo que había pasado y debo reconocerlo…. Me sentí traviesa. Así que sencillamente ahí, esperando la luz verde, mojé mi pañal.


Regresé a mi casa por una vía alterna, con mi pañal mojado. En el camino sentí que todas las miradas estaban sobre mí, quizás había quedado paranoica por lo sucedido o realmente se notaba mi abultado trasero. De cualquier forma, llegué a casa y frente al espejo analicé el “daño”, dándome cuenta que fatídicamente la tela negra elástica al ser estirada se transparentaba mostrando la blancura de mi pañal.  

Respiré profundamente y decidí no volver a salir así por un tiempo. Aunque luego volví a hacerlo e incluso hice cosas más arriesgadas (que contaré más adelante), la primera vez no se olvida y la guardo como una anécdota graciosa donde el desconocimiento me llevó a salir de mi casa con un atuendo revelador y un abultado pañal que quedó a la vista de algunos espectadores.

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